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Ésta es quizás la principal aportación teórica de Lenin sobre los problemas específicos de la revolución en los países occidentales y sintetiza sus controversias con el ala "izquierdista" de los nacientes partidos comunistas de los años 20, en particular en Alemania, Italia y Gran Bretaña. Identifica las causas de las derrotas de los procesos revolucionarios que estallaron en Europa tras la Primera Guerra Mundial al calor de la Revolución de Octubre y que pusieron de relieve las debilidades y los errores de la izquierda revolucionaria de la época. Como apunta muy bien en el prólogo François Sabado, Lenin alerta también contra una modelización de la Revolución bolchevique, insistiendo en las especificidades del caso ruso: una situación de doble poder sin parangón en otros países; una gran descomposición del ejercito zarista; el peso del Partido Bolchevique en el proceso revolucionario; la ausencia de grandes sindicatos de masas y de "ilusiones democráticas" propias de los regímenes parlamentarios... La idea fuerza que desgrana Lenin es que las grandes masas desarrollan su conciencia política fundamentalmente a partir de sus propias experiencias en la lucha de clases, y no solamente mediante la propaganda, y que sin una influencia mayoritaria de los comunistas en el movimiento obrero será imposible una revolución triunfante en Occidente. La conquista de las mayorías sociales por los revolucionarios implica dominar todas las formas de lucha (legales e ilegales, parlamentarias y extraparlamentarias, pacíficas y violentas...) y aprovechar todos los ámbitos que brinda la democracia burguesa (elecciones, parlamento, etc.) para hacer avanzar la conciencia anticapitalista, sin olvidar un trabajo sistemático en las grandes organizaciones sindicales (aunque estén bajo control de burocracias reaccionarias). Asimismo, para este fin propone conjugar la intransigencia sobre cuestiones de principio con la necesidad de articular políticas unitarias que fortalezcan la influencia de los anticapitalistas en base a un avance y una articulación política de los movimientos sociales, algo que a menudo obliga a alcanzar compromisos con los oportunistas. En fin, Lenin insiste en el análisis concreto de la situación concreta y en no confundir el estado de ánimo y el nivel de conciencia de las minorías radicalizadas con el de las masas, algo fundamental para analizar correctamente la evolución de las correlaciones de fuerzas y descifrar las claves de la situación política. Si bien este escrito "clásico" de estrategia revolucionaria ya es casi centenario, es realmente sorprendente constatar hasta qué punto son de gran utilidad muchas de sus reflexiones. |